M. R. P. Provincial Domingo Amigo González, OSA.
Autoridades Académicas, Eclesiásticas, Civiles y Militares.
Profesores y alumnos:
El curso académico 2023-2024, que hoy inauguramos oficialmente, lleva casi un mes de andadura; e incluso varios, si se cuentan los que han hecho falta para prepararlo antes de que el RCU Escorial – María Cristina abriera sus puertas a los alumnos el pasado 12 de septiembre. Es el momento, antes que nada, de agradecer su labor a quienes lo han hecho posible, desde el cuerpo docente de nuestros Grados de Derecho, Administración y Dirección de Empresas y Teología, el Máster para el ejercicio de la Abogacía y el Título Propio en Quiropráctica; hasta nuestro personal de administración y servicios. Todos han contribuido, con dedicación encomiable y ese espíritu de familia que quiere ser signo distintivo del Real Centro, a que este inicio de curso pueda celebrarse, en todo lo ancho del término.
Las cosas no son fáciles si se quieren hacer bien, y preparar un nuevo curso supone mucho más que cuadrar horarios o distribuir aulas. La Universidad nació como casa del saber y nuestro Centro es depositario de una tradición académica imponente que ciertamente abriga, sí, pero también impone la carga de la fidelidad: debemos estar a la altura de quienes nos precedieron por coherencia con nuestra historia y porque nos debemos a una sociedad necesitada hoy más que nunca de lo que representamos. De ahí que debamos ser nosotros, me dirijo ahora especialmente a los docentes como uno más de ellos, los primeros en formarnos. No se trata ya de una exigencia práctica de nuestra tarea, que también, sino ante todo de un ejercicio de fidelidad con aquella vocación compartida de buscar la verdad; esa misma verdad que, según reza el lema de esta casa venerable, no calla. Para tan alto fin no valen atajos, y menos en esta hora difícil que nos ha tocado vivir. Me permitiréis que me extienda un punto sobre este particular, porque no quisiera que estas palabras quedasen en el trámite formulario que parece exigir la ocasión. Antes bien, ofreceré desde aquí, de manera programática, las que quiero que sean nuestras líneas maestras para el curso presente.
La hora es difícil, decía, y a nosotros compete, por lo que somos y representamos, abanderar la defensa de la participación e implicación de todos en la tarea común de construir una sociedad fundada sobre los valores de la libertad y el bien común. No nos lo están poniendo fácil, ciertamente, y quiero por ello expresar nuestra oposición clara a cualquier medida ideológica que busque dificultar la supervivencia de colegios y centros universitarios de titularidad no pública. En efecto, en los últimos años, centros como el nuestro han tenido que lidiar con políticas cada vez más restrictivas que, bajo el noble propósito de fijar unos mínimos de calidad, atentan contra la pluralidad de voces necesaria en una sociedad que se dice a sí misma plural y democrática. Así, la Ley Orgánica del Sistema Universitario impulsada por el ministro Subirats estrecha más el cerco alrededor de centros como el nuestro. Aunque no hay lugar aquí para entrar en el debate, que a todos habrá llegado, acerca de si sus criterios han querido ser estrictamente académicos o se han inmiscuido otros factores, sí considero que se le debería dar a cada universidad libertad de autonomía necesaria para fijar sus propios objetivos y organizarse de la forma más eficaz posible para conseguirlos; para decidir a quién se debe contratar y qué condiciones se le ofrece; cómo diseña las titulaciones, qué duración y qué requisitos exige; con qué criterio selecciona sus alumnos, qué tasas impone para su financiación por los servicios prestados o qué sistema de becas y ayudas al estudio establece. Como fuera, nuestra mejor respuesta, quién sabe si la única, pero sin duda la más coherente, es ofrecer una formación integral de calidad. Por ello en los últimos años hemos venido promoviendo entre nuestro profesorado la asistencia a cursos de innovación pedagógica y tecnológica: la innovación nos hace salir del anquilosamiento al que tantas veces invita la rutina. Sin duda quienes han participado en ellos se ha beneficiado de las últimas aportaciones en la materia, y confío en que habrán visto mejoradas sus competencias docentes.
Sin embargo, considero que no basta con aprender unas técnicas. La universidad ha de formar individuos que, desde una sólida base teórica y práctica y una aguda curiosidad intelectual, sean capaces de mejorar nuestra sociedad con un espíritu crítico y lúcido. Para ello es preciso un cuerpo de profesores que no solo cumpla en el desempeño de su tarea docente, sino que sea capaz de transferir al mundo de la cultura aportaciones significativas. Hoy es el día en que aun las publicaciones científicas de alto impacto en nuestro país están bajo la media de la UE; y es tarea de los aquí presentes la de convertir este Centro en referencia para las disciplinas que en él se imparten y cultivan. Invito a nuestros profesores a no descuidar su labor investigadora, a ir más allá de los manuales, a ampliar los horizontes de la disciplina que profesan tratando de publicar en las revistas y editoriales más relevantes de cada campo. Eso que hoy se llama impacto redundará en beneficio de los currículos particulares, pero también en nuestro prestigio colectivo y compartido, y es la mejor manera en que podemos rendir cuentas ante la sociedad por el alto cometido que se nos ha encomendado.
Junto con ello, invito a todos los profesores aquí presentes a solicitar la acreditación por la ANECA a las figuras a las que puedan aspirar, así como al reconocimiento de los tramos de investigación con que hayan cumplido: se compartan o no los criterios establecidos, y esto daría para otro debate, nuestro buen hacer merece las bendiciones que impone cada tiempo, y este es el que nos ha tocado vivir. Es, pues, mi propósito el de contar con un profesorado que, por sus reconocimientos académicos o burocráticos, entienda cada cual lo que prefiera, y ante todo por el aval de su producción científica, se sienta a la altura de la tarea que desempeña y seguro de mirar de tú a tú a cualquier colega de la universidad española o de cualquier otra parte.
Soy consciente, sin embargo, de que esto pasa por la adecuación de los honorarios que deben percibir el cuerpo docente, en justicia y siempre desde la DSI. Difícilmente podrán nuestros profesores serlo a tiempo completo y, al tiempo, desarrollar una carrera investigadora relevante si no se los provee de los recursos necesarios. Formarse, actualizarse en las nuevas tecnologías, investigar, publicar, cumplir los requisitos de acreditación exigidos por la ANECA o la Agencia autonómica, conllevan una carga de trabajo y sacrificio no siempre reconocidos por el entorno. Pueden preguntar a los últimos doctores formados en nuestro Centro, y recientemente como me decía un amigo, médico en un hospital público universitario, al poco de depositar su tesis en Medicina, que no se embarcaría otra vez en un proyecto similar por el tiempo y dedicación que le había supuesto. Contra factum non valet argumentum: Ante los hechos no caben argumentos, y debemos ser conscientes que es necesario poner en marcha nuevas estrategias para fomentar el talento, aprovecharlo y darle su merecido reconocimiento.
Lo dicho vale para nuestro alumnado, que exige una formación acorde a los tiempos, y es responsabilidad nuestra proveerle de las herramientas necesarias, con especial atención a las nuevas tecnologías. Implementar los estudios online nos abre al mundo, pero no basta con un ordenador y una conexión a internet, sino que debemos garantizar la mejor conexión y unos equipos a la altura de lo que exige nuestro mundo. A quienes desean estudiar con nosotros les va el futuro en ello. Pienso en nuestros estudiantes encaminados al mundo de la abogacía, inconcebible hoy sin los recursos casi ilimitados que ofrece la red; o en aquellos que cursan estudios de economía y empresa y deben lidiar con la Auditoría de Cuentas, la Contabilidad Superior, o la Gestión de Riesgos Financieros. Tampoco le deben ser ajenos al ámbito de la Teología los nuevos modos en que se crea y difunde la cultura, toda vez que la reflexión teológica busca también el diálogo crítico con el mundo y ello exige conocer sus códigos. Todos ellos, en fin, juristas, economistas y teólogos, están llamados a ser voces significativas en nuestra sociedad, y demandan de nuestro Centro las herramientas más adecuadas para llevar a cabo tal cometido: vaya desde aquí mi firme compromiso de ofrecérselas.
Con todo, tampoco querría que la fascinación por los nuevos modos nos haga perder de vista nuestro principal objetivo: capacitar a quienes han confiado en nosotros para contemplar la realidad con perspectiva lúcida y cualificada, y dotarles de los necesarios rudimentos intelectuales para dar respuesta, cada cual, desde su especialización, al hombre que busca respuestas. En este punto me gustaría proponer como modelo a Blaise Pascal, infatigable buscador de la verdad y siempre “inquieto”. Era la misma perspectiva de san Agustín con su inquietud por buscar la verdad: “La verdad no es tuya ni mía para que pueda ser tuya y mía”1. A cuatro siglos de su nacimiento, Pascal sigue siendo para nosotros el compañero de camino que lidera nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y resucitado. Por eso aquello bien sabido de que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.
Más adelante, planteará “las verdades divinas, como el hecho de que el Dios que nos hizo es amor, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, que se encarnó en Jesucristo, que murió y resucitó para nuestra salvación, no se pueden demostrar por la razón, pero pueden ser conocidas por la certeza de la fe, y pasan entonces del corazón espiritual a la mente racional, que las reconoce como verdaderas y puede a su vez exponerlas”2. De ahí que “la fe cristina no es una forma de exorcizar el miedo a la muerte, sino que nos ayuda a afrontarla. Antes o después todos nos iremos por esa puerta. […] La verdadera luz que ilumina el misterio de la muerte viene de la resurrección de Cristo”3. Sólo “la gracia de Dios le permite al corazón humano acceder al orden del conocimiento divino, a la caridad”4.
Más bien, es preciso, entender, “que al igual que san Agustín había tratado de combatir a los pelagianos en el siglo V, que afirmaban que el hombre puede, por sus propias fuerzas y sin la gracia de Dios, hacer el bien y salvarse, Pascal pensaba sinceramente estar atacando entonces al pelagianismo o semipelagianismo, que creía identificar en las doctrinas seguidas por los jesuitas molinistas, llamados así por el teólogo Luis de Molina, fallecido en 1600 pero cuya influencia seguía muy viva a mediados del siglo XVII. Reconozcámosle la franqueza y la sinceridad de sus intenciones”5. De esta manera, “la filosofía de Pascal, llena de paradojas, es el resultado de una mirada tan humilde como lúcida, que pretende llegar a la realidad iluminada por el razonamiento”6. De tal forma que san Agustín culminará con advertir que “la vida feliz es gozo de la verdad, porque este es gozo de ti, que eres la verdad”7. Buscaba y ansiaba la vida feliz. Trataba constantemente de ver cómo podía encontrar la verdad absoluta, buscaba y buscaba y no la encontraba. Hasta que la encontró dentro de su corazón. Pascal admiraba la sabiduría de los antiguos filósofos griegos, pero subrayaba que “la razón por sí sola no puede resolver los interrogantes más elevados y urgentes”8. El también descubriría la verdad del corazón.
La tensión de su pensamiento entre la ciencia y la religión quedó reflejada en su admisión de dos principios del conocimiento: la razón, orientada hacia las verdades científicas y que procede sistemáticamente a partir de definiciones e hipótesis para avanzar demostrativamente hacia nuevas proposiciones, y el corazón, que no se sirve de procedimientos sistemáticos porque posee un poder de comprensión inmediata, repentina y total, en términos de intuición. En esta última se halla la fuente del discernimiento necesario para poder elegir los valores en que la razón debe cimentar su labor. Blaise Pascal lo viviría con una máxima profundidad hasta el final de su vida, corta pero reconfortante9. Porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, es el eje de nuestro sentir, actuar y trabajar desde la perspectiva de un Centro de confesión católica.
El pensamiento, el arte, la cultura, la estética y el análisis son comunes en las llamadas carreras de letras que conducen al debate, a la reflexión y a la toma de decisiones. Pero son igualmente necesarias en las diversas áreas del saber, como son el Derecho o la Economía. Estética y belleza han caminado juntas con la ética: “Nulla ethica sine aesthetica”. El célebre aforismo de Nietzsche lo popularizó en España el catedrático de Estética José María Valverde en 1965, cambiando el orden: “Nulla aesthetica sine ethica”, cuando fueron expulsados de sus cátedras de la Universidad los profesores José Luis López Aranguren, Agustín García Calvo y Enrique Tierno Galván. Dimitieron en solidaridad con ellos los profesores Antonio Tovar y José María Valverde y este protestó cambiando las palabras de la famosa frase y escribiendo en la pizarra: “Nulla aesthetica sine ethica. Ergo, apaga y vámonos”.
Me vale la anécdota para recordar que una y otra disciplina van de la mano y se exigen. La ética tiene como objeto de estudio la moral y la acción humana, mientras que la estética es la rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción de la belleza como aproximación al arte: “Es obvio, que el lugar de la teología en el debate público y en el espacio intelectual ha disminuido considerablemente. De todas formas, las disciplinas que han incorporado conceptos teológicos y también modos teológicos de razonar a su propia estructura y que, en cierto modo, se ha vuelto teologías seculares, no cesan de aumentar su importancia y su prestigio en ese mismo espacio de debate”10.
Queridos profesores y alumnos:
Encaramos un nuevo curso con las ilusiones renovadas, y hoy más que nunca pueden iluminarnos las palabras de José Ortega y Gasset. Lo aclara y lo expresa muy bien: “La universidad enseña a ser médico, farmacéutico, abogado, juez, notario, economista, administrador público, profesor de ciencias o de letras, etc. Además, en la universidad se cultiva la ciencia misma, se investiga y se enseña a ello. En España esta función creadora de ciencia y promotora de científicos está aún reducida al mínimum, pero no por defecto de la Universidad como tal, no por creer ella que no es su misión, sino por notoria falta de vocaciones científicas y de dotes para la investigación que estigmatiza nuestra sociedad”11.
Queridos profesores y alumnos:
Espero que entre todos sigamos aunando fuerzas para hacer que nuestros Estudios Superiores de El Escorial y el Real Centro Universitario Escorial-María Cristina consigan la máxima cualificación y la excelencia académica que se merece cuando hemos cumplido 130 años de servicio educativo al municipio de San Lorenzo de El Escorial, a la Comunidad de Madrid y a toda España.
Muchas gracias por vuestra presencia.
Madrid 6 de Octubre de 2023.
Laudetur Iesus Christus
Enrique Somavilla Rodríguez, OSA
Rector de los Estudios Superiores de El Escorial y del
Real Centro Universitario Escorial- María Cristina