Desde la unidad nacional decretada por los Reyes Católicos, y posteriormente con Carlos V y con Felipe II, se fue conformando las líneas de un Estado moderno que durante los siglos XVI y XVII fue el paradigma del Estado autoritario. La Monarquía Hispánica organizó el llamado imperio español para lo cual desarrollaría un formidable aparato administrativo muy adelantado para su tiempo, basado sobre un sistema que primaba la seguridad en los territorios que conformaban y que obtuvo un gran prestigio y un enorme reconocimiento.
Si se puede asegurar algo de la Monarquía Hispánica, especialmente de Felipe II, es su talante burocrático. Por ideas, temperamento y determinación, su acción queda muy bien reflejada en la organización del Estado como un todo sistemático. El primero en llevarlo a cabo fue su padre Carlos V. Desarrolla una actividad racionalizada de toda la administración estatal. La adscripción religiosa de la monarquía, representada por Carlos V, y más tarde por Felipe II, debió su defensa de la fe católica y que explicaba una proyección marcadamente global y universal, en un tiempo en que, por vez primera en la historia de la humanidad, un poder político, alcanzaba una presencia soberana en todos los continentes, es decir Europa, África, Asia, América y Oceanía, juntos con las grandes rutas marítimas uniendo el Mediterráneo, Atlántico, Pacífico e Índico. Hay que recordar que con Felipe II, también ostentaba la corona portuguesa, desde 1581 tras la muerte de rey Sebastián I de Portugal.
España se situaba como potencia global, mediante las coronas de Castilla, Aragón y Portugal. Desde el punto de vista económico, supuso el mayor desplazamiento y la descolocación económica desde la cuenca del mar Mediterráneo hacia el océano Atlántico. El tráfico mercantil entre la metrópoli y las tierras del Nuevo Mundo, como el del oro y la plata que llegaban de América, acentuó el comercio marítimo y el aprovisionamiento de los metales preciosos para muchas empresas. También otros productos agrícolas fueron objeto de intercambio transoceánico y de intercambio económico. Desde el punto de vista cultural, España aportó el idioma, la religión, el arte, la cultura, el derecho y la manera de pensar, su escala de valores, aunque no siempre esto se cumplió a pesar de que ya los Reyes Católicos, desde el principio de la empresa descubridora, pusieran en práctica todos los elementos a su alcance, políticos, jurídicos, económicos, culturales, sociales y educativos.