Saludo del Rector
No quiero abusar de su paciencia con un largo discurso. Pero considero aconsejable, por no decir obligado, referirme, siquiera de manera breve, a algunos problemas actuales relacionados con la educación, la principal finalidad y tarea de este centro.
Educación y economía
Desde hace ya bastantes años, se viene reclamando en Europa, y de manera especial en España, que el quehacer educativo se ponga al servicio la actividad económica de la sociedad. Lo que los centros educativos deberían hacer, se nos dice, es formar profesionales capaces de incorporarse, cuanto antes y con garantías, al tejido productivo del país.
Esta actitud no es más un indicador más de los valores por los que se rige la sociedad de nuestros días. El paso de los años está demostrando, sin embargo, que una concepción demasiado pragmática y utilitarista de la educación, además de unilateral e insana, genera a la larga disfunciones sociales peligrosas. Una sociedad sometida a la necesidad del éxito inmediato, y que sólo vive en el corto plazo de la rentabilidad económica (producir cada vez más, cada vez más deprisa y cada vez con menos costos), conduce a la larga y de manera inevitable a frustraciones personales.
Educación privada y neutra
Se oye también con frecuencia, sobre todo en determinados ambientes, que solo debería existir la educación pública; y que en ella solo se deberían impartir conocimientos neutros y objetivos, relegando la transmisión de valores, sobre todo los de índole moral y religiosa, al ámbito de la esfera privada. ¡Como si la prohibición de transmitir valores morales y religiosos durante la educación fuese una actitud neutra! La neutralidad en la educación es también una toma de posición, que se aviene bastante mal con el espíritu democrático en que se quiere fundamentar. Además, es un atentado contra los derechos inalienables de los padres y una afrenta a la riqueza y la variedad del mundo.
Desde ya bastantes años vivimos en una sociedad en la que la prudencia política aconsejó silenciar las raíces cristianas de Europa en el Preámbulo de la Constitución Europea. A pesar de que las principales Universidades europeas nacieron en Monasterios y Catedrales y de que las arterias por las que durante siglos circuló la cultura de la Europa fueron sus grandes rutas de peregrinación. Es más, todo el mundo está de acuerdo en que, si se prescindiera del cristianismo, sería imposible comprender la arquitectura, las artes plásticas y la música del viejo continente.
Normas y leyes
Hubo épocas en las que determinar si una cosa era buena o mala no dependía de los gustos particulares de los grupos de poder, de los gobiernos o de las personas, sino de normas externas al hombre y por encima de él. Todavía Kant proclamó su reverente admiración por el cielo estrellado sobre nosotros y la ley moral dentro en nuestro corazón. Pero desde que sabemos en qué consiste la efímera y agitada vida de una estrella y en el corazón humano dejaron de escucharse los ecos de lo eterno, son ya muy pocos los que continúan compartiendo las reverencias kantianas.
En un determinado momento todas las referencias absolutas fueron borradas del horizonte humano. El hombre se proclamó autónomo y se arrogó el derecho de establecer las normas de su conducta. Lo bueno y lo malo, siempre relativo, dependería solamente de las leyes del momento, es decir, de las decisiones que, a la vista de las circunstancias, puedan tomar las autoridades que detenten el poder.
En este sentido, son de rabiosa actualidad las preguntas que Nietzsche hacía a sus contemporáneos, hace más de un siglo, después de proclamar la muerte de Dios:
«¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja capaz de borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desprender esta tierra del sol? ¿Hacia donde se mueve ahora? ¿Hacia donde nos movemos nosotros, apartándonos de todos los soles? ¿No nos precipitamos sin cesar? … ¿Existe todavía para nosotros un arriba y un abajo? ¿No vamos errantes como a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene la noche para siempre?»
Muchos personajes públicos de nuestros días cultivan la pose de estar de vuelta de todo. Con frecuencia, incluso antes de haber ido a ninguna parte. Esta prepotente y aburrida actitud, conduce de manera directa al relativismo y al escepticismo moral, con consecuencias sociales que a la larga pueden resultar desastrosas.
Es cierto que nadie puede arrogarse la posesión de la verdad absoluta. Pero de ahí no se sigue que todas las verdades tengan el mismo valor. Y mucho menos que lo más verdadero es aquello que resulta más útil y aceptado en cada momento. Las leyes de la esclavitud y las del nacionalsocialismo fueron aprobadas en un parlamento.
La historia nos demuestra que una sociedad en la que las normas morales van siendo sustituidas progresivamente por leyes y Reales Decretos ya ha comenzado su decadencia.
La educación en el Real Centro Universitario María Cristina
Con modestia, pero también con firmeza, María Cristina proclama que en ella sí se quieren trasmitir valores. Aquí tratamos de inculcar en nuestros alumnos el amor a la verdad y al trabajo bien hecho. Y también de convencerlos de que existen líneas rojas para la conducta humana y de que una permisividad absoluta siempre acaba en violencia y desastre.
Y es que la educación no consiste solo en transmitir conocimientos. La valoración justa de las cosas y de las personas no se obtiene sólo con una buena conexión a Internet. De manera muy resumida podemos decir que una cosa es ofrecer información y otra, conocimientos. Y es que conocer no significa sólo disponer de informaciones dispersas, sino también, y sobre todo, ser capaz de dotarlas de sentido, integrarlas en una visión unitaria y coherente de las cosas y manejarlas críticamente.
En la educación existen además, aspectos morales. Y esto es algo que, como la gripe, solo se trasmite por de contagio. Para que una enseñanza sea eficaz, no tiene que haber diferencias entre lo que se piensa, lo que enseña y lo que se es.
A modo de conclusión
No nos engañemos: Va a ser muy difícil luchar eficazmente contra los instintos humanos de agresividad, posesión y dominio, tan profundamente arraigados en nuestras disposiciones innatas. Disposiciones que algunos consideran como los residuos genéticos, aún operativos, del tronco reptil que en todos los humanos dormita bajo el neocórtex. Otros llaman pecado original a estas disposiciones innatas. Puede que sean dos maneras distintas de referirse a una misma cosa. Mas sea lo que sea, estoy convencido de que nuestros debates en torno a la educación y a la moralidad humana continuarán siendo ineficaces, si no se parte de criterios distintos de los comúnmente admitidos en nuestros días. Si hay que evitar a toda costa la impopularidad, si lo único que cuenta es el triunfo personal inmediato y si el único criterio de discernimiento es la fría racionalidad del triunfo político o económico, será muy difícil ponerse de acuerdo para conseguir metas comunes razonables para las tareas educativas. Pienso, además, que, mientras el egoísmo y la necesidad de triunfar sean los únicos motores de la historia humana, será casi imposible lograr cuotas aceptables de felicidad para todos los habitantes de nuestro planeta.
Marceliano Arranz Rodrigo, Rector
San Lorenzo del Escorial, 11 de mayo de 2019